dimecres, 17 d’agost del 2011

Juan y Clara

Juan es un soñador, su mente permanece más tiempo en otro mundo que en éste. Esto puede llegar a ser un punto a favor en el mundo en el que vivimos, aunque también una barrera para alcanzar sus objetivos, o más bien un camino entretenido de recorrer, pero sin final. Sus decepciones duran hasta que alguna nueva historia más o menos rocambolesca se adueña de él y sustituye a la realidad. Ésta siempre vuelve, pero ya con la pena mas mitigada. Por el contrario en los momentos eufóricos, su cabeza empieza a trabajar a velocidades insospechadas, con lo cual historias irreales y edulcoradas se suceden una detrás de otra, dejando la alegría real en una pequeñez, un hecho que pronto se torna insignificante, vulgar.
Las demás personas lo consideran más bien un ser tranquilo y huidizo, arisco incluso. Nada más lejos de la realidad, no se dan cuenta que la mayor parte del tiempo simplemente no está con ellos.
Aquel verano, en su casa de campo, junto a los trigales ya dorados y el camino sombreado por las frondosas ramas de los plátanos perfectamente alineados, todo fue distinto. Quizás porque no se lo esperaba, quizás porque las sofocantes temperaturas le aletargaban el cerebro, o quizás porque a veces, la realidad supera incluso a las mentes más imaginativas.
Llegó como todas las cosas nuevas y sorprendentes, generando estupefacción y desconfianza. Juan tomaba el relativo fresco en el patio, delante de la carretera, por la cual circulaban incluso en esa época del año, no más de tres vehículos por hora. Juan empezó a apreciar una motocicleta a lo lejos, hacía bastante ruido, cada vez más, pero avanzaba verdaderamente lenta. Cuando por fin llegó a la altura de la casa la moto se paró en seco (lo cual no supuso en gran empeño debido a la poca velocidad), y de ella bajo una chica joven, con gafas oscuras y pelo suave pero alborotado tras quitarse el casco.
Tu eres Juan? Preguntó.
Si, soy yo. Respondió Juan mirándola de abajo a arriba.
Me quedaré unos días, si no te importa.
Así era ella, decidida, directa. Cuando Juan estaba pensando aún en qué decir ella ya deshacía las maletas. Y así sucedieron las cosas durante el tiempo en que ella estuvo con él. No es que Juan fuera idiota, un poco parado y dubitativo sí, pero con una personalidad bien definida. Pero Clara ejercía un efecto hipnótico sobre él, y la verdad es que las decisiones de ella le solían agradar, aunque la mayoría de las veces eso lo deducía después de haberlas acatado.
Nunca supo exactamente de donde salió Clara, ni como le encontró, decía ser algo así como una prima lejana por parte de tía segunda. Y al preguntar por ella al resto de la familia todos parecían haberla conocido en algún momento de sus vidas, años atrás, en otro lugar y en otras circunstancias.
Juan y Clara nunca se aburrieron en las tres semanas que permanecieron juntos en la casa, por mucho que realmente hubiera poco que hacer en el pueblo, el cual nunca abandonaron en ese período. Era como su territorio, su bastión, se sentían estrechamente unidos a esa parte del mundo, como si la conjunción entre ellos y el lugar fuera algo indisoluble e inevitable.
En ocasiones después sus constantes charlas se sucedían largos silencios, nada incómodos por parte de ninguno. Curiosamente Juan no cavilaba absolutamente nada en esos períodos, algo raro en él, simplemente se quedaba con la mente vacía, esperando quizás la siguiente y sorpresiva ocurrencia de Clara.
Las noches eran largas con Clara, muchas veces ella contaba historias interminables que Juan escuchaba con pasmo. Algunas parecían sospechosamente inverosímiles, pero Juan nunca le pregunto por la certeza de su origen. ¿Acaso un cuentista nato como él podía poner en duda lo que ella exponía con tanto estilo? Cuando la cautivadora voz de Clara terminaba de hablar, a menudo, después de escuchar un rato las cigarras solamente, se quedaban dormidos en el patio hasta que el ya potente sol de las diez de la mañana llegaba hasta sus caras.
Parecía que el verano no terminaría nunca ese año, los días eran largos y las noches más aún, pero una mañana Clara desapareció tal como vino, por sorpresa, sin avisar y con aires de misterio. Juan se despertó, sacó la cabeza por la ventana y vio la motocicleta alejarse lentamente por la todavía sombreada carretera de los plátanos. Juan bajó al patio y se asomó a la verja, Clara ya solo era un puntito en el horizonte. No gritó ni dio aspavientos con los brazos para que volviera, siempre supo que ese momento llegaría. Se sentó en el sillón de mimbre y empezó a recordar los días pasados con cierta nostalgia. Pronto sus recuerdos se entremezclaron con creaciones de su propia factoría hasta no saber distinguir la realidad de la ficción.
Ahora es primavera y Juan se ha pasado medio año buscando a Clara, preguntando por ahí, intentando seguir un rastro, pero ya dejó de hacerlo. Tiene claro que su búsqueda será en vano, pues ha comprendido que solamente ella puede encontrarle.

dimarts, 16 d’agost del 2011

Repulsión (Roman Polanski, 1965)

Repulsión es todo un ejemplo de como crear un clima propicio para producir angustia en el espectador. La película avanza poco a poco, a ritmo pausado, utilizando cada vez más recursos de terror psicológico (aunque explícito incluso, en la parte final). Por ejemplo se nos van mostrando pequeños detalles al principio ciertamente inquietantes o desagradables, que si bien pudieran pasar como anécdotas, denotan ya cierto desequilibrio. El perfil mental de la protagonista (una estupenda y enigmática Catherine Deneuve) se va destapando a lo largo de la película, aunque nunca de manera evidente, lo cual te hace mantener a la cabeza en funcionamiento todo el tiempo.
Por si aún quedan dudas al final, la última secuencia, espléndida en su ejecución, esclarece bastante los hechos, a mí personalmente me produjo un largo y pronunciado escalofrío.
Carol una chica sensible y miedosa, vive con su hermana y trabaja en un esteticista. Apenas sale de casa si no es para ir al trabajo, aunque debido a su belleza a menudo es cortejada por hombres a los cuales siempre rechaza. A raíz de las vacaciones de su hermana, deberá quedarse sola en el piso durante varios días, todo un reto para afrontar sus temores.
El mayor acierto de Polanski radica en saber trasladar dichos temores al público, ademas de recrear un clima asfixiante y angustioso que harán las delicias de los aficionados al género.