diumenge, 20 d’abril del 2014

El recuerdo


Una llovizna casi inapreciable, salvo por la fría sensación mojada en la piel y por el grisáceo ambiente atmosférico, le sumió un un estado letárgico, anodino y absolutamente inoperante. No tuvo más remedio pues, que encerrase en el salón y quedarse apoltronado en su butaca con orejeras, su bata de boatiné, sus recuerdos del pasado, sus errores del presente, y una vaga y difusa idea de lo que le esperaba en el futuro.
Pasaron una, dos o tres horas, quizás alguna más, y por fin alguna parte de su cuerpo, alguna no todavía adormecida por el hastío, decidió empezar a planificar algún movimiento. Más no pudo, cualquier acción en ese momento hubiera supuesto un desafío a la naturaleza inerte de ese día.
Y transcurrieron nuevamente una, dos o tres horas, quizás alguna más, hasta que la noche y la niebla afianzó la pesadumbre dentro y fuera de la casa.
Fue entonces, bajo el silencio sepulcral proyectado por la cada vez más cargante atmósfera del salón, cuando decidió levantarse y con movimientos medidos y delicados, empezó a hurgar entre sus cosas.
No buscaba nada en concreto y todo en general. Dirigido por un impulso algo incoherente pero con determinación, abrió cajones cerrados desde hacía décadas, cajas selladas por el polvo y el peso de los años, armarios cuyo contenido ya ni podía datar con precisión, libros con dedicatorias perdidas en el olvido de personas nunca olvidadas, discos que le sonrojaban y otros cuantos que se le clavaban en el pecho, ropas que las polillas se habían cansado ya de roer, cartas de remitentes con paradero desconocido, postales de lugares nunca visitados, fotografías en blanco y negro de antepasados y de una infancia muy lejana, y objetos, una infinidad de objetos de varios tamaños, utilidades colores y materiales.
De unos cuantos desconocía absolutamente la procedencia y utilidad, otros encajaban con algún recuerdo o pretérita aplicación práctica, algunos incluso los había estado buscando recientemente y le supusieron una agradable sorpresa. Aunque la mayoría de ellos no eran más que un símbolo, una oda al paso del tiempo, un reflejo de lo que fue y dejó de ser.
Tal cantidad de viejos bártulos y recuerdos le abrumaron. Se encontraba de repente entre un considerable desorden, con las luces abiertas de todas la habitaciones, con el alma a flor de piel y con su cabeza en mil sitios diferentes con voces de cuatro o cinco personas, no más, hablándole, susurrándole, besándolo. Preguntándole ¿porque?, preguntándole ¿te acuerdas?, diciéndole ¡que guapo estabas aquel día!, o "dale recuerdos a tu hermana" o "ya te acordaras de mí cuando no esté".
Decidió entonces volver a ordenar todas las cajas, cajones, armarios, baúles, estantes y demás, y cerrar todas las luces con la intención de quedarse a oscuras con sus recuerdos.
Pero al cerrar el último interruptor, el de su dormitorio, un potente rayo de luz se colaba entre los tirantes de la persiana mal cerrada.
Disipada la niebla y acabada la noche, pensó que haber trasnochado no le afectaría lo más mínimo, pues el aliento de un nuevo día le infundía una energía y motivación de la que había carecido durante un largo tiempo. Así que comenzó una nueva jornada como si nada.
Transcurrido ese día, ya nuevamente de noche, abrió la puerta de su casa, abrió la luz del recibidor, y allí en el suelo, tirado sin más, estaba él.
Se sentó en el suelo, recogió ese anhelado objeto cuya existencia había olvidado por completo, lloró durante una, dos o tres horas, quizás alguna más, lo guardó en una caja dentro del cajón de un armario cerrado con una llave, añadió la llave a su llavero, junto al de su casa, su coche y su buzón, y lo dejó allí para siempre.

dimarts, 1 d’abril del 2014

Azul


hoy he vuelto a aquellos días
de palpitares huecos
y deseos estériles
de fantasías en blanco y negro
de flores en los bordes
de un camino hacia ninguna parte
y me pregunto hasta cuando
hacia donde, porqué, para qué

he vuelto a aquellos días
y me quedo inmóvil
esperando lo ineludible
eludiendo lo inesperado
buscando la certeza
en el azul de tus ojos
en un gesto, una palabra
en las verdades nunca escritas

han vuelto aquellos días
y todo es muy sencillo
el pasar de las horas
el bullicio en la ciudad
el devenir de sus habitantes
la luz del sol y de la luna
salvo que nada tiene sentido
excepto el azul de tus ojos