Personalmente no he echado de menos una escenificación mayor, como no lo hago cuando voy al teatro. Alguien dirá, pues entonces ¿para qué hacer una película?, pero precisamente la grandeza del cine reside en poder adaptarse a todos los formatos, desde minimalistas puestas en escena a superproducciones inundadas de efectos digitales.
Grace (Nicole Kidman), una bella fugitiva, llega a un pequeño pueblo (Dogville) para encontrar refugio. Los habitantes del pueblo la aceptan, a cambio de pequeños trabajos. Lo que al principio parece una relación idílica entre ellos pronto degenera a medida que los vecinos de Dogville se dan cuenta que pueden abusar impunemente de su nueva inquilina debido a su delicada situación. La radiografía de bajezas humanas que se dan cita a partir de entonces es digna de analizar, auque eso si, siempre escudadas en alguna más o menos rebuscada justificación para limpiar la conciencia.
El final, ciertamente impactante, nos hace reflexionar también, y cierra una obra redonda además de una de las propuestas más interesantes que ha dado el cine en los últimos años.
