divendres, 9 de març del 2012

Shame (Steve McQueen, 2011)

Shame es una de esas películas arriesgadas, de las que se ruedan unas pocas al año hoy en día. Gran parte de ellas caen por su propio peso por inconsistentes o pretenciosas, pero éste no es el caso. Steve Mcqueen consigue a base de talento, y ayudado por un convincente Michael Fassbender, un original retrato tratado con el ritmo y la delicadeza necesaria para no caer en esteriotipos ni sentimentalismos, para no aburrir ni llevar una historia de estas características a la vulgaridad.
El guión gira entorno a Brandon, un acomodado soltero con problemas de adicción al sexo y la pornografía, que recibe la visita de su hermana (Carey Mulligan). Éste acontecimiento hará trastocar su vida diaria y en consecuencia un replanteamiento general se su existencia.
El argumento por lo tanto, implica escenas explícitamente sexuales, de las cuales no huye en ningún momento el director, pero transmitidas de una manera en que más bien nos producen preocupación o incluso angustia. Claramente éstas son las sensaciones buscadas para el espectador para reflejar los problemas del protagonista, y de ahí radica el principal acierto para mi en la realización de este film. Además otras escenas no sexuales transmiten igualmente angustia de forma elegante y contundente, como la del intento de suicidio o la marcha de footing por las calles de Nueva York.
Estamos por lo tanto ante una buena película sobre los problemas de soledad e incomunicación de la sociedad actual, contados de una forma original, puesto que no se centra en aspectos sociales ya tratados mil veces en el cine, como las drogas, la prostitución o la violencia, sino en la necesidad de sexo para suplir carencias de afecto o incapacidad para construir vínculos afectivos.

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