Paul Conroy (Ryan Reynolds), un contratista estadounidense destinado a Iraq es secuestrado por un grupo terrorista y enterrado vivo con un teléfono móvil y poco más. A partir de entonces empezará una cuenta atrás en su lucha por la supervivencia.
Rodrigo Cortés podría haber usado algunas escenas exteriores para amenizar y descongestionar al espectador en algunos instantes, pero entonces la película se hubiera convertido en mucho más convencional y menos interesante desde el punto de vista cinematográfico, por lo que me parece muy acertada su elección a la vez que arriesgada, pese a recurrir en ocasiones (muy pocas) a algún artificio para rellenar la trama. El final es sencillamente apabullante. Recomendable para cualquier espectador que no sufra de claustrofobia.

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