dilluns, 31 d’octubre del 2011

El Ilusionista (Sylvain Chomet, 2010)

Ternura i detallismo, son las dos principales cualidades de El Ilusionista, ternura por la forma de narrar la sencilla pero entrañable historia de Tatischeff i Alice, detallismo en el dibujo, cada plano es una delicia visual, los pintorescos personajes, los paisajes, las ciudades, las calles, uno a veces no sabe donde mirar en la pantalla y tiene la sensación de que a cada cambio de imagen se ha perdido algo. La historia en si sería desgarradoramente nostálgica si no fuera por las divertidas caracterizaciones (no solo de los personajes principales, sino más incluso de los secundarios o simples extras animados) y los gags al estilo Jaques Tatí, algo lógico si tenemos en cuanta que el guión lo escribió él (con guiño incluido de la película Mi Tío).
La película esta ambientada básicamente en escocia, en un pequeño pueblo primero, y en la bonita ciudad de Edimburgo después, la recreación de dichos ambientes en los años cincuenta es una auténtica maravilla, dando una impresión poética y melancólica de los mismos, acorde con las vivencias de los personajes.
Tatischeff es un veterano ilusionista que se gana la vida como puede viajando y actuando con sus números de cartas y conejos sacados de la chistera, entre otros clásicos. En un pueblecito escocés, lugar acogedor y en donde todavía no se ha perdido el interés por ver a un ilusionista, conoce a Alice, una joven camarera sin familia. Alice todavía cree en la magia, lo que le hace sentir una inmediata admiración hacia él. Ella decide seguirle a Edimburgo, donde se harán mutua compañía. El argumento a partir de ahí recuerda mucho al Candilejas de Chaplin, con el mismo ambiente de artistas en declive y el contraste entre el viejo incomprendido por un mundo moderno que ha perdido la ilusión por la magia y la joven inocente que poco a poco irá abriendo las alas y ya no necesitará la protección y los cuidados de un hombre mayor.
El filme transcurre con muy pocos diálogos, de una forma muy visual, y con una excelente música de acompañamiento. Un placer para los aficionados a la animación clásica, donde una mezcla adecuada entre humor y nostalgia dejan al espectador blandito y con ganas de saber más sobre las vivencias futuras de los dos protagonistas, sobre todo tras ese espléndido final.

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