La película esta ambientada básicamente en escocia, en un pequeño pueblo primero, y en la bonita ciudad de Edimburgo después, la recreación de dichos ambientes en los años cincuenta es una auténtica maravilla, dando una impresión poética y melancólica de los mismos, acorde con las vivencias de los personajes.
Tatischeff es un veterano ilusionista que se gana la vida como puede viajando y actuando con sus números de cartas y conejos sacados de la chistera, entre otros clásicos. En un pueblecito escocés, lugar acogedor y en donde todavía no se ha perdido el interés por ver a un ilusionista, conoce a Alice, una joven camarera sin familia. Alice todavía cree en la magia, lo que le hace sentir una inmediata admiración hacia él. Ella decide seguirle a Edimburgo, donde se harán mutua compañía. El argumento a partir de ahí recuerda mucho al Candilejas de Chaplin, con el mismo ambiente de artistas en declive y el contraste entre el viejo incomprendido por un mundo moderno que ha perdido la ilusión por la magia y la joven inocente que poco a poco irá abriendo las alas y ya no necesitará la protección y los cuidados de un hombre mayor.
El filme transcurre con muy pocos diálogos, de una forma muy visual, y con una excelente música de acompañamiento. Un placer para los aficionados a la animación clásica, donde una mezcla adecuada entre humor y nostalgia dejan al espectador blandito y con ganas de saber más sobre las vivencias futuras de los dos protagonistas, sobre todo tras ese espléndido final.

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