la luz de mi oficina es de un blanco siniestro
diáfana, fluorescente, consumidora de almas
bajo su haz deambulan habitantes sin rostro
se reúnen, planifican, escriben, envían cartas
las mañanas en mi oficina son puro escalofrío
donde negra maquinaria se apodera de tu ser
detiene el tiempo, llena todo de hastío
y la maltrecha fantasía no hace más que perecer
por la tarde despiertan trasnochadas alimañas
se conjuran, se regocijan, se extasían de placer
te acorralan, te revientan las entrañas
cierran las puertas, tu desdicha es su poder
los días en mi oficina son jornadas baldías
uno envejece sin espejo, sin darse cuenta
se acuerda de sus vocaciones tardías
y vende al diablo su alma por una renta
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